Realizar un ejercicio irónico y sarcástico sobre programas de televisión, ya sea “Operación triunfo” o su vertiente americana “American Idol” es fácil, tanto como practicar zapping por diferentes cadenas. Plasmar en imágenes a unas caricaturas de Bush (Dennis Quaid) o Cheney (Willem Dafoe) resulta contraproducente al ser ya unos personajes ridículos del que Moore entre otros han sacado tajada. Y rematar la faena con una crítica sociopolítica del aterrador panorama mundial sirviéndose del terrorismo podría dar pie a Paul Weitz para clavar una afilada navaja en la sátira cinematográfica actual.

Y posiblemente las intenciones de Weitz sean muy válidas: estamos más preocupados de quién gana la final de un popular concurso televisivo que de todas las atrocidades que se comenten a diario en todo el mundo o tener a un títere como presidente de una nación. Pero no así los resultados. La navaja de “American Dreamz” ni ataca con puñaladas ácidas (“Gracias por fumar”) ni se decanta por la cuchillada soez (“South Park”, “Team America World Police” o “Borat”). Se queda prácticamente sin desenvainar y lo peor de todo es descubrir que la supuesta navaja de Weitz realmente es un alfiler de plástico.

Pese a faltarle mucho calado en “American Dreamz” hay personajes interesantes como ese presentador egocéntrico que interpreta Hugh Grant o a esa nueva Britney Spears paleta (Mandy Moore) y su familia. También su desenlace a lo “The show must go on” y ciertos detalles e intenciones que hacen que sea un filme más fallido que desechable.