¿Por qué se odia M. Night Shyamalan tanto a sí mismo? Sólo desde ese punto de vista tiene explicación el deshecho y excremento cinematográfico que es “Airbender, el último guerrero”. Recibida con peores críticas que “Sexo en Nueva York 2” y con el único consuelo, a modo de pomada, de tener buena recaudación aparece una cinta que parece acaparar todas las futuribles nominaciones a los ‘antioscars’.
“La joven del agua”: tres nominaciones a los Razzie Awards y ganadora de Peor Director y Peor Actor de Reparto; “El incidente”: cuatro nominaciones y con las manos vacías gracias a “El gurú del buen rollo”; “Airbodrien”: ¿número de nominaciones? ¿¡A qué hijo se las dedica también!?

“Airbodrien” no acertó ni con su título inicial, “Avatar”, porque tampoco es que uno carden la lana y otros críen la fama. El director de “Señales” ha conseguido crear una cinta tan infantil que convierte a “Dora la exploradora” en ‘intricada’ y ‘laberíntica’ y que contiene los peores diálogos de la cartelera del 2010 pese no haberse estrenado todas sus producciones. Es imposible empeorar esto. Porque si uno ve la aceptación de la serie de animación “Avatar: La leyenda de Aang” comprende inmediatamente que Shyamalan va a sufrir el castigo de un elemento pétreo. Vamos, una lluvia de pedradas en todo su esplendor.

No hay dedicatorias que valgan ni escudos acuosos, con meneitos incluidos, para protegerse. ‘Es que es una cinta infantil…’ ‘Se la dedica a su hijo pequeño…’ ¿Es que pretende dar pena o hacer cine? ¡Anda ya! Es cierto que “Airbodrien” se ha convertido en una gran comedia involuntaria y no he parado de reírme con ese niño ‘avatarizado’ que tiene una flecha gusiluz a modo de salida de emergencia, su bicho volador sacado de “La historia interminable” (con la banda sonora de Limahl hubiese ganado enteros), sus acompañantes sacados de un mal cuento, su rival SlumFire Millionaire y sus coreografías plagiadas de “Fama” en un conjunto devastador. Pero llegó el súmmum de la tragedia intestinal: el grito de guerra más gayer de la historia del cine épico. Ver para creer. Semejante cúmulo de desgracias son un homenaje clarísimo a Vogue de Madonna y Moonwalker de Michael Jackson pero interpretado por la guardería de mi barrio y con diálogos improvisados por ellos.

Aquí está el Torneo de Las Cuatro Naciones: pedetes ventosos, meadillos con granizado, apedreamientos populares y mecheros descarriados. Esperaba encontrarme el gran bodrio pero es que es tan inefectiva que simplemente insufla más gas de la risa que aires venenosos.
Yo juraría, también, que la princesa del Polo Norte tenía un recogido de pelo que le hacía parecer un falo en erección y que su color blanco provenía de una bukkake de los espíritus más descarriados. Y lo mejor de todo: ¡esto es simplemente la primera parte! Podría continuar asesinado a salmones con brillantina hasta el amanecer pero es que, a veces, uno ve muertos o, lo que es lo mismo, directores sujetando Razzies.