El pasado desaparece…
el negocio desaparece…
las cosas cambian…
gente nueva…
caras nuevas…
y por supuesto…
sangre.

Cooper (Jason Miller, el becario del exorcista) es el contacto, el hombre clave. A medio camino de ser el punto de encuentro de un barrio y el gánster. Cooper tiene una tienda a modo de escaparate y tapadera que puede recordar y enlazar con los mafiosos de “The Wire”. Pero también es una especia de portavoz de un mafioso que maneja los hilos de todo el barrio. Robert Mulligan, eternamente recordado por “Matar a un ruiseñor”, se adentra en el retrato del mundo de las mafias que habitan en Los Ángeles con una potente historia de carga psicológica. Como en cualquier trabajo cuando las cosas cambian los mandos intermedios caen primero. En el caso del personaje que interpreta Jason Miller no habrá excepción aunque se traslada la paranoia como condena.

En su formato de thriller psicológico…
perseguido y atemorizado por su pasado…
Y su viaje sin retorno…

Perfectas las secuencias, de corte psicológico, en las que el protagonista teme constantemente por su vida y que dan forma a un thriller mediante la opresión que sumerge a su protagonista.
La pata de conejo le traerá buena suerte… o una segunda oportunidad frente a la tragedia para salvar a otros pero imposible salvarse a si mismo. Desde los iniciales títulos de crédito vemos lo que nos quiere mostrar. Prólogo y epílogo son una reproducción del almacenamiento de mercancías robadas por parte de la mafia en unos almacenes. Hay cambios en el moderno crimen organizado y 19 años en un puesto de trabajo pesan y los cambios organizativos en las altas esferas exigen una nueva estructuración. “El hombre clave” habla de la mafia como si fuera una empresa que tiene que empezar a ‘despedir’ a algunos de sus empleados con cierto cargo.

Surrealista y con oscuridad manifiesta se desprende un thriller con giros en el guión y onirismo como vía de escape.