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Estados Unidos Estados Unidos · Raccoon City
Voto de Maldito Bastardo:
6
Animación. Thriller Dino es un gato que lleva una doble vida. De día vive con Zoé, la única hija de Jeanne, una comisaria de policía. De noche, en cambio, se pasea por los tejados de París con Nico, un avezado ladrón. Jeanne no puede más: no sólo tiene que perseguir al intrépido compañero de Dino, autor de varios robos de joyas, sino que además debe vigilar el Coloso de Nairobi, una gigantesca estatua codiciada por Víctor Costa, el culpable de la muerte de ... [+]
2 de marzo de 2012
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ante sus primeras imágenes me vino a mi memoria ese ‘gato’ al que puso piel Cary Grant en “Atrapa a un ladrón” de Alfred Hitchcock. Creo que es un detalle realizado adrede porque la película de animación nominada al Oscar podría reivindicar cierto espíritu clásico ante la continua reformulación de la animación, actualmente ponderada por el uso del 3D. “Un gato en París” parece tener un espíritu original y arriesgado con una estética más marcada y un argumento que habla de temas y traumas serios bajo una atenta mirada a un alma aventurera e incluso cómica.

“Un gato en París” es una película simple, pero precisa, originalmente bella, a su modo, y con pretensiones de divertimento, con elegancia. Si algo demuestran Jean-Loup Felicioli y Alain Gagnol, es que se puede ir al grano en 70 minutos. Tres personajes unidos por un gato que se deben enfrentar a sus terrores y miedos interiores y a un mal conjunto mayor: un peligroso enemigo público. Una niña que se ha encerrado en su mutismo como arma tras la trágica muerte de su padre policía, su madre que es la comisaria de policía y un ladrón de guante blanco que puede convertirse en el héroe de la historia. Dino es ese gato y absoluto protagonista que lleva una doble vida (los mininos también tienen derecho).

Los traumas de los personajes son (para) adultos pero el encantador y atrapante entretenimiento para todos los públicos. Ese, tal vez, se su mayor mérito ya que consigue, gracias su expresionista estilismo, jugar con las luces y sombras de París y de los interiores tortuosos de sus protagonistas. Esa pretendida dualidad es meritoria aunque no me parezca excesivamente reivindicable como conjunto. Todos juntos pero no revueltos. Y esa celebración por las nubes sobre los techos de París queda confirmada en un clímax final donde por encima del vértigo, el peligro y las mortales cumbres están la psicológica de los héroes y villanos.

El gran detalle: la versión canina y nevada de “Alien, el octavo pasajero” tiene su encanto; debajo de la nieve, nadie podrá escuchar tus ladridos…
Maldito Bastardo
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