Al ver la película se puede tener la sensación de estar ante una esperpéntica obra de teatro en la que a cada escena se abre y se cierra el telón. La continuidad parece a veces diluirse y el salto entre escenas resultar aleatorio. Pero cada una de ellas se presenta con una gran presencia visual y una poderosa puesta en escena por parte del gran elenco de actores. Todo en ella es desproporcionado.

En la personal visión que lanza la película, donde los hechos históricos parecen ser quienes dirigen los pasos de todas sus gentes, si bien se mira, estos quedan relegados a un plano superficial eclipsados por los personalismos y las neuras individuales. Así, fascismo y socialismo podrían ser al final solo un juego de niños, una pelea de adolescentes, la guerra entre los egos de dos hombres.

El colorido resultado final se nos presenta como un delirio interesante, seguramente demasiado caro, pero de una intensa belleza visual y lo suficientemente desagradable en sus formas para no pasar desapercibida. Digamos que es una película que merece la pena ver.