Inicio. La niñez.

Sin duda, lo mejor de la peli. Es su esencia, el cordón umbilical necesario para comprender el resto de la historia. Los niños bordan su papel de gamberretes, ser gamberro por el simple placer de ser gamberro. Apostar lo que sea y cumplirlo, sin importar nada las consecuencias. Con unos diálogos inocentes pero profundos, y mucho más inteligentes que en la edad adulta. Es una pena que esta parte sólo dure 25 minutos.

Nudo. La adolescencia.

Desde el comienzo está claro que Julien y Sophie han nacido para quererse, pero si se quieren se acaba la historia, por lo tanto deciden no quererse con lo que todo se complica, y cada uno hace su vida sin olvidarse mutuamente. Como diría Risto Mejide, interesante en el planteamiento pero fallida en la ejecución, con situaciones que no vienen a cuento y escenas forzadas (¿realmente se la iba a mamar en la biblioteca?). Aún así, aceptable para corazones con tendencia a la cursilería.

Desenlace. La lluvia y el cemento.

De más o menos. Lo peor de la peli. La sempieterna escena de amor bajo la lluvia, mil veces vista, y como se quieren mucho deciden no separarse nunca más y para ello que mejor que enterrarse vivos en cemento. Qué gran idea. Como no se me habrá ocurrido a mi antes. He leído críticas que esa escena les parece el final más fuerte de la historia del cine.. Bueno, es una forma un tanto curiosa de verlo. A mí simplemente me parece un final un poco estúpido. Por no hablar de las escenas de ancianos, totalmente fuera de lugar.

Por último, el director nos da la explicación a este final un poco desinflado, con escenas en las que los protagonistas se hubieran besado en el pasado y con las que se hubiera terminado y todos hubiéramos acabado más contentos. El problema es que el director pactó 90 minutos con la productora, de ahí su innecesario alargamiento. Nada Samuell, te entendemos. Un 6.5 para ti, que me ha gustado la materia prima.