El cine de Tarantino es una constante loa a la extravagancia. Su visión de la realidad se sitúa fuera de los límites de lo común. No hay duda de que el cineasta se siente cómodo reflejando situaciones alocadas, cuando no extremas y hasta malsanas. Manifiesta un total desapego al drama convencional y sus propuestas se traducen en una extraña combinación entre la comicidad grotesca, la violencia explícita y la contundencia dialéctica. Ha creado un estilo propio e inconfundible que, aunque no convence a todo el mundo, le asegura la adhesión de un determinado sector de público que disfruta con él. Siguiendo fielmente esa máxima de su colega Woody Allen que dice «no sé cuál es camino del éxito, pero sí el camino del fracaso: intentar contentar a todo el mundo», Tarantino no pretende agradar a todos. Una de sus grandes bazas como artista es esa valentía de crear con libertad al margen de gustar o no a las masas. Por eso “Django desencadenado” es un título destinado a quienes comparten los particulares gustos del realizador.
Así pues, los amantes del exceso encontrarán en esta cinta de casi tres horas diversión y entretenimiento asegurados. Sin alcanzar el nivel de brillantez de “Pulp Fiction” (misión, a mi modo de ver, imposible), el director retorna a la senda de su mayor calidad profesional gracias a unos personajes interesantes, unos diálogos ágiles e ingeniosos y esa fórmula mágica que convierte en divertido lo que objetivamente no lo es. Porque si hay algo define a este talento del celuloide es su capacidad para arrancar las carcajadas a las secuencias más siniestras, revistiendo de comicidad el drama y de ironía la tragedia. Pone cada historia del revés y la presenta de un modo tan inverosímil que, en ocasiones y por alucinante que resulte, le funciona. Y digo en ocasiones porque no en todos sus largometrajes le ha funcionado el citado truco de magia. Caminar por el estrecho filo de la exageración, de lo estrambótico, de lo desmedido, no siempre le ha dado buenos resultados. Es cierto que “Pulp Fiction” me pareció una obra de arte absoluta y que “Jackie Brown” me divirtió muchísimo pero “Malditos Bastardos”, “Death Proof” y las dos entregas de “Kill Bill”, aun conteniendo las dosis extra de violencia, los personajes pintorescos y el inclasificable sentido del humor, me parecieron, en vez de brillantes, ridículas. Pero mi sensación de que la genialidad de Tarantino se estaba diluyendo a causa de esa insistencia en ser grotesco y polémico a cualquier precio ha cambiado con “Django desencadenado”, donde demuestra que no todo está perdido y que todavía alberga cine del bueno en su interior.
Hay que añadir además que el equipo artístico es de primerísimo nivel y actúa acorde a las expectativas generadas. Tanto Jamie Foxx como Christoph Waltz y Leonardo DiCaprio son los vehículos adecuados para conseguir que las locuras de Tarantino acaben por tener sentido.
En mi opinión, al film le sobran minutos pero esta circunstancia también forma parte del exceso propio del autor. Ha recibido cinco nominaciones a los Oscar en las categorías de mejor película, mejor guion, mejor actor de reparto, mejor sonido y mejor fotografía. Como adelanto a la gala de entrega de las estatuillas de Hollywood que tendrá lugar el próximo 24 de febrero, acaba de ganar dos Globos de Oro, uno para el propio Quentin Tarantino en su faceta de guionista y otro para la magnífica interpretación secundaria de Christoph Waltz.
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