La palabra que mejor describe esta película es “ñoñería”. Sus casi dos horas están plagadas de momentos infantiles, cursis y estomagantes que hacen gala de un humor absolutamente pasado de moda. La secuencia de la fiesta en casa de Holly o su vecino asiático son buenos ejemplos de esa comicidad trasnochada. A algunos les parecerá bonito que Holly cante y toque la guitarra en su ventana con fotografía difuminada, a mí me sube el azúcar en sangre.

Seguro que algunos de ustedes defenderán la película con uñas y dientes, pero antes de dar ningún argumento a su favor, piensen si se podría aplicar a cualquiera de las comedias románticas de Hollywood que tanta dentera nos producen hoy en día.

A veces alucino con ciertas películas que se vuelven clásicos del cine.