El excelente escritor Javier Marías dejó escrito en su libro sobre el cine, Donde todo ha sucedido, que esta película ha llegado más lejos que cualquier otra obra de ficción en un tema: "la abolición del tiempo, la visión del futuro como pasado y del pasado como futuro, la reconciliación con los muertos y el deseo sereno e íntimo de ser por fin uno de ellos".
En realidad, es un película sobre la muerte, sobre el flujo más bien desangelado de la vida.
La película empieza en Londres. Lucy, la viuda de un arquitecto al que quiso lo justo, decide abandonar su familia política con su hija Anna y su ama de llaves, Martha. Allí decide alquilar una casa encantada en la que habita el fantasma de su anterior propietario. No es spoiler, porque el título de la película ya es en sí un spoiler: El fantasma y la señorita Muir. El fantasma del capitán Daniel Gregg, un vehemente y apasionado marino, da sentido a su vida durante un año. Durante ese año, Lucy se convierte en una apasionada escritora bajo el tutelaje del enérgico capitán. El resto de su vida, intentando rehacer infructuosamente su vida amorosa y mundana es solo un largo impasse hasta la muerte. Las largas elipsis, que nos permiten observar el crecimiento de su hija Anna, y el envejecimiento de la pareja formada por la mujer y su ama de llaves nos dan la sensación de una vida malgastada a la que solo le dará sentido el fin.
La muerte que siempre ha sido percibida como el motor negativo del cine, se carga en esta película de positividad redentora. No sabemos si el fantasma es un recurso metafórico, que es lo más probable, o el elemento movilizador de toda una inquietante reflexión sobre la fugacidad de la vida.