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Voto de Alfonso Marlowe:
3
1993
Vicente Escrivá (Creador)
4,1
4.567
Serie de TV. Comedia
Serie de TV (1993). Don Pepe (Alfredo Landa), el dueño de una gasolinera, es un nostálgico que "sólo cree en Dios, en Franco y en Don Santiago Bernabéu". En torno a la gasolinera surgen insólitas situaciones en las que también participan su mujer, su hija y sus dos empleados. (FILMAFFINITY)
2 de noviembre de 2023
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde 1999 con las series "Siete vidas" y "Aída" los guionistas se tomaron en serio un nuevo humor punk costumbrista y en general se pulió el estudio psicológico de los personajes y se los modernizó. Todavía hoy seguimos con esta nueva sensibilidad de las sitcoms.
Hay arquetipos en el mundo de lo audiovisual que se perfeccionan y pulen constantemente: uno es del del trabajador "nostálgico" facha que hace comentarios políticamente incorrectos, con carácter y que se queja de que los trabajadores poco cualificados, los socialistas o los sindicalistas son unos vagos y un cáncer, y el de las personas que lo rodean, lo soportan y admiran su brillante "humor con mala leche". Pero hay veces que hay más tono bronco, gañanería brusca y egoísmo que humor, psicología de muchos prejuicios y profundidad.
Sin embargo, es un personaje y un ambiente que artísticamente se ha trabajado bastante y el enfoque que le da Landa ya muy queda atrás, incluso aunque representara a gente que existiera de verdad.
Aquí los prejuicios del facha, su constante anacronismo sociológico, su completa incapacidad para entender los nuevos valores de la juventud y una visión de la vida retrógrada tenían que hacer gracia, pero solo se la hacían a los afines emocionalmente que era a los que sobre todo iba dirigida la serie. Los personajes más simpáticos eran los que estaban a su alrededor soportando su mal carácter: sobre todo una joven Lydia Bosch y Micky Molina.
En fin, una serie precursora, algo superficial, de humor también superficial y simplón comparado con las nuevas series que vendrían después desde Aída.
Una década y media después con el Antonio Recio de la serie La que se avecina sí se consiguió la plenitud y grandeza del personaje, por lo que esté personaje anacrónico quedó cada vez más viejuno, diluido y casi produce más antipatía que conmiseración o empatía.
Hay arquetipos en el mundo de lo audiovisual que se perfeccionan y pulen constantemente: uno es del del trabajador "nostálgico" facha que hace comentarios políticamente incorrectos, con carácter y que se queja de que los trabajadores poco cualificados, los socialistas o los sindicalistas son unos vagos y un cáncer, y el de las personas que lo rodean, lo soportan y admiran su brillante "humor con mala leche". Pero hay veces que hay más tono bronco, gañanería brusca y egoísmo que humor, psicología de muchos prejuicios y profundidad.
Sin embargo, es un personaje y un ambiente que artísticamente se ha trabajado bastante y el enfoque que le da Landa ya muy queda atrás, incluso aunque representara a gente que existiera de verdad.
Aquí los prejuicios del facha, su constante anacronismo sociológico, su completa incapacidad para entender los nuevos valores de la juventud y una visión de la vida retrógrada tenían que hacer gracia, pero solo se la hacían a los afines emocionalmente que era a los que sobre todo iba dirigida la serie. Los personajes más simpáticos eran los que estaban a su alrededor soportando su mal carácter: sobre todo una joven Lydia Bosch y Micky Molina.
En fin, una serie precursora, algo superficial, de humor también superficial y simplón comparado con las nuevas series que vendrían después desde Aída.
Una década y media después con el Antonio Recio de la serie La que se avecina sí se consiguió la plenitud y grandeza del personaje, por lo que esté personaje anacrónico quedó cada vez más viejuno, diluido y casi produce más antipatía que conmiseración o empatía.