A Rossellini no le hacen falta muchos elementos para radiografíar, con estilo desnudo y certero, a esta pareja madura y en crisis que se ve obligada a acercarse a Nápoles para vender la villa en la que durante cuarenta años vivió su tío Michael.

Katherine y Alex –maravillosamente interpretados por Ingrid Bergman y George Sanders- componen el matrimonio Joyce. Son dos desgraciados incapaces de comunicarse su amor, que han ido dejando pasar la vida y que ahora se encuentran en un medio extraño, que les resulta incómodo y ajeno, alejados de su cotidianidad londinense. Para Rosellini representan un norte estéril que contrapone a un sur fértil y sensible, uno de los muchos contrastes que el director italiano expone con vívida claridad ante nuestros ojos, mundo femenino frente al masculino, caos frente a orden, belleza frente a inexpresividad o fugacidad de la vida frente a permanencia

Sin salir del tono realista, pero desbordando su marco, Rossellini establece con esta y otras películas –en especial todas aquellas que rodó con Ingrid Bergman- las bases de un cine moderno, más allá del neorrealismo, que desborda su marco, no sólo por los monólogos de ella, sino por la descripción de la realidad íntima de la pareja, sus pequeños actos y manías, su aburrimiento, las decisiones erróneas, los sentimientos reprimidos o la incomunicación que les acecha. Para Rosellini lo más importante, la clave del relato de su relación, se asienta no sólo en los diálogos - antológicos en su aspereza, en su vacío, en su deseo reprimido- sino también en los silencios, en las miradas mudas, en lo que no se dicen uno a otro.

El paisaje napolitano, magníficamente explotado, con su deslumbrante y decadente belleza, actúa como un personaje principal más en este relato sobre la fragilidad, el azar y la incomunicación de la pareja. La modélica escena de la excavación en Pompeya y la posterior procesión actúan como catarsis para ambos, lo que les permitirá hacer aflorar sus verdaderos sentimientos. Incuestionable obra maestra.