Basado en una exitosa novela de Manfred Gregor, esta película del director austríaco Bernard Wicki -más conocido por su participación en la parte alemana de la excelente “El día más largo” (1962)- es, como toda obra de creación, fruto de su tiempo, en su caso un tiempo crítico y antimilitarista y precisamente como alegato antimilitarista ha perdido bastante fuerza por su ligero pero molesto tono didáctico y por una cierta complacencia en un sadismo algo brutal y gratuito. Con una excelente fotografía en blanco y negro de Gerd von Bonin resulta interesante en tanto en cuanto muestra el enorme contraste entre las vidas casi infantiles de una serie de muchachos alemanes hasta que son llamados a filas y la realidad de un conflicto completamente inútil en los últimos días de la segunda guerra mundial. Menos interesante resulta el retrato algo irreal, también hijo de los tiempos de guerra fría, de la vida en el pueblo donde prácticamente no parece que haya nazis y donde el maestro parece demasiado crítico en un momento donde eso no era tan fácil. Pese a esas salvedades la película se nos muestra como un melodrama de tintes prefassbinderianos –perdón por el palabro-, intenso y descarnado en el que el sueño, el patriotismo y la realidad -nos recuerda tanto al Lubitsch de “The Broken Lullaby” (Remordimiento, 1932)- acabarán por explotar en una tragedia amarga y devastadora.