Sensible y honesta película sobre una joven casada y con dos hijos que descubre su homosexualidad. Lo interesante de la segunda producción del director norteamericano John Sayles es que la película trata de ir más allá de la cuestión homosexual para mostrar las vicisitudes de una bonita historia de amor –es indistinto la orientación sexual de los protagonistas- desde sus inicios hasta su conclusión. Es cierto que el tratamiento naturalista de la película y su otoñal fotografía han quedado un poco avejentados -algo bastante habitual en muchas películas de los 80- pero el film está dirigido con contenida corrección gracias a un buen guion del propio Sayles, sin estridencias, moralinas ni exhibicionismo de ningún tipo. Cuenta, además, con la fresca interpretación de la canadiense Linda Griffiths que lleva sobre sus hombros todo el peso de la película. Aunque algo envejecida, más bien por el tono, es una buena película y auguraba algunos de los buenos títulos que Sayles nos regalaría más adelante, en especial “Matewan” (1987) y “Lone Star” (1996) como puntos más altos de una filmografía sin grandes aportaciones en los últimos años.