Lo que no se dio en la primera película se da en esta, pero no gracias a la “rubia”, sino a un niño de papá recién llegado del primer viaje a Marte. Lo que antes andaba buscando ella, ahora lo busca él, y claro, el desfile de mujeres es bastante más notorio que la galería masculina del primer film.

Para que negarlo, la primera oportunidad que tiene esta nueva especie alienígena de perpetuar, pues eso, su especie (que para empezar fuerte, es con dos chavalas seguidas) me dejó un pelín pasmado (y no exactamente por mediocre, la verdad), pero aparte de eso y de un contenido sexual más acentuado, poco más ofrece Peter Medak, un señor que no se sabe muy bien cómo puede tener ese pequeño clásico “Al final de la escalera” en su filmografía, todo sea dicho.

Si algo gana esta secuela, es por tener de nuevo a Natasha Henstridge (algo más humanizada, “lamentablemente”), por algún que otro secundario y por un gore más abundante y salvaje (llega a ser brutal, la verdad), pero siendo un poco más terrorífica, es todavía más hueca que la anterior. La típica secuela que se aprovecha de un pequeño éxito no del todo justificado.