Es el bar de Moe, la puerta se abre despacio y ante la atenta mirada de la concurrencia pasan adentro los cuatro Rambos. El primero, joven y lozano, aunque ciertamente desnortado, no despega la mano de su machete de treinta centímetros que guarda en su raído chaquetón de tres cuartos, parece el mejor de todos aunque su aire sociópata ya se adivina a distancia, no trama nada bueno.

El segundo ya está algo más “quemaillo” aunque parece haberse bebido seis litros de adrenalina pura, las venas bombean sangre como si fuese el Nord Stream en pleno invierno. En su rostro lleva escrita las palabras venganza, justicia, recuerdo y AK 47, el tío parece un tigre enjaulado en busca de acción dominguera!!

El tercero es el pastoso del grupo y va un poco de “sobrao”, lo demuestra su uniforme nuevo del trinque, su camiseta ídem y su cinta al pelo aun por ser harapienta... de todos modos y al igual que al segundo ya se aprecia en su mirada el cansancio del guerrero, el tic de pirado sistemático y el asco por la vida que le ha tocado, ¡pero que si hay que ir de jarana, se va y punto!.

El cuarto que entra el ultimo, como las vacas viejas en redil, es un veteranazo que se las sabe todas, es quedo y callado (que creo que son la misma cosa, pero yo soy así de desprendido), cuasi apagado, una cansada mezcla de los otros tres y es por ello el que más temor despierta en la gente, el típico tío zen que no presagia nada bueno, al menos según Hollywood.