El cortometraje, de apenas dos minutos, es una idea muy sencilla: un cientifico coloca su propia cabeza en una mesa y la infla, aumentando el tamaño de ésta. El científico informa a su ayudante, la cual también la infla pero explota.

Haciendo un excelente uso de la perspectiva y de la brillante originalidad propia del director, salió este cortometraje, uno de los más conocidos de Meliès.

Personalmente, la idea me fascinó y el cortometraje me parece excelente, una idea sencilla bien trabajada pero a la vez divertida y agradable de ver. Puede que éste sea uno de los cortometrajes que nacieron durante los orígenes del cine que más me gusten.