Interesante opera prima de André Delvaux, hijo del pintor surrealista que da título a la crítica. Una obra inquietante que nos habla de la obsesión de un profesor por su alumna (interpretada por la misteriosa y bellísima actriz polaca Beata Tyszkiewicz) y las consecuencias que esto le acarreará. La trama se mueve entre lo onírico y lo experimental, creando una sensación de opresión brutal en el espectador, al que el director hace partícipe con primerísimos planos del protagonista (la inquietante cara de Senne Roufaer también hace lo suyo), así como con una música que por momentos parece no encajar muy bien con la historia.
El argumento en mi opinión gira entorno a la idealización masculina de la mujer (encarnada en el personaje de Fran), algo que se representa en la figura mitológica de Pygmalion: rey de Chipre y gran escultor que se terminó enamorando de Galatea, su propia escultura. El cuadro arriba citado da una vuelta de tuerca al mito, intercambiando los personajes. Bien es sabido que Paul Delvaux estuvo obsesionado con la belleza femenina toda su vida. Su hijo, influenciado por las ideas paternas, toma esta base y la desarrolla como obsesión del protagonista (excelentes las escenas oníricas de Fran).
Sin embargo, tras un comienzo prometedor, el ritmo cae dramáticamente y la narración toma un derrotero indefinido, aunque hay escenas inquietantes también (la sesión en el barbero, así como la autopsia al cadáver). El final vuelve a sorprendernos, recordando poderosamente a "El gabinete del Doctor Caligari".
En la línea de autores como Buñuel y Cocteau, aunque con una puesta en escena más austera y menos "etérea". Interesante para exploradores de rarezas.