Obra maestra de los hermanos Coen, que recupera el aliento del viejo cine de gángsters; con actores perfectos para sus roles, diálogos llenos de cinismo y memorables escenas de acción, se desarrolla esta inolvidable película. Se trata de un prodigio de virtuosismo formal, inteligencia y romanticismo. Más que la recreación de una época hablamos de la reconstrucción de un espíritu, un sentimiento: el que se localiza en las novelas de Dashiell Hammett.

Aunque tome elementos de varias de las ficciones de Hammett, se basa principalmente en “La llave de cristal” (1930). Cuenta la relación entre dos hombres (Ned Beaumont y Paul Madvig en el libro, Tom Reagan y Leo en la cinta) cuya amistad se ve enturbiada por culpa de una mujer. Los Coen, aun cambiando trama y personajes secundarios, conservan muchos diálogos de la obra (como cuando Leo, tras una discusión con Tom, afirma que le ha dado “el beso de despedida”). Entre homenajes y referencias ocultas se teje una intriga compleja pero fácil de seguir.

Tom y Leo son dos tipos que se complementan. Juntos han alcanzado el poder y la gloria. Tom es la astucia y el talento, Leo es la fuerza y las agallas; Tom nunca dice lo que piensa y si lo dice es dando un montón de rodeos, Leo habla siempre con el corazón y desde las tripas; Tom es sutil, huidizo, complicado, Leo es franco, va de frente, se comporta como un individuo duro y sencillo de ideas inamovibles. Ambos son testarudos. Existe una cierta ambigüedad sexual en su relación. Dependen uno del otro para mantener su reinado. Hay, ante todo, una lealtad ciega de Tom hacia Leo que resulta difícil explicarse y que constituye el pilar sobre el que se asienta el film.