Haz click aquí para copiar la URL
Voto de Néstor Juez:
5
Comedia. Drama Julio Blanco, el carismático propietario de una empresa que fabrica balanzas industriales en una ciudad española de provincias, espera la inminente visita de una comisión que decidirá la obtención de un premio local a la excelencia empresarial. Todo tiene que estar perfecto para la visita. Sin embargo, todo parece conspirar contra él. Trabajando a contrarreloj, Blanco intenta resolver los problemas de sus empleados, cruzando para ello ... [+]
15 de octubre de 2021
16 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nos adentramos en el otoño con una amplia oferta cinematográfica para abrir con músculo industrial el nuevo curso 21-22. Una amplia gama de títulos desde lo mas comercial a lo mas independiente, que aúnan los últimos rodajes con algunos de los títulos dejados en espera desde los tiempos de la pandemia. Entre ellos podremos disfrutar en los próximos días de las principales apuestas del cine español para los próximos Goya, algunas de las cuales fueron presentadas en el pasado Festival de San Sebastián. La película que vamos a analizar hoy es uno de los pocos títulos españoles de la Sección Oficial: El buen patrón, producción de Mediapro dirigida por Fernando León de Aranoa que supone su tercera colaboración con Javier Bardem. Una comedia para despedazar y radiografiar escenarios habituales de nuestra realidad patria que fue bien recibida en sus primeras proyecciones por público y prensa, si bien causó los recelos de parte de la nueva cinefilia y de algunas voces de la crítica especializada. Un vehículo para un nuevo reconocimiento a la figura de Bardem en los próximos meses que procuré en descubrir tan pronto como me fue posible. La sátira con la que nos encontramos está construida con el suficiente oficio para entretener, pero supone una crítica evidente y simple. De un posicionamiento con lo retratado que resulta problemático.

Crónica de siete días en la vida de varios integrantes del viciado ecosistema de una empresa española tradicional durante un período convulso previo a un reconocimiento. Radiografía de las despiadadas jerarquías de los tejidos empresariales cañíes. Un ácido viaje por las dinámicas serviles de la ambición laboral y por el despreciable paternalismo de los patrones casposos. Un negro acercamiento a estas familias construidas donde lo personal se entrelaza con lo laboral en una jungla donde se pisa y se eleva, en la que nada está libre de la influencia o los designios de los superiores y sus intereses. Templos de la hipocresía aún ahogados en dinámicas carcas y machistas, con una guerra de dominio marcadamente sexualizada. Un trabajo calculado y bien estructurado que narra su historia con claridad y eficiencia, una película de innegable destreza artesana en su conjunción de elementos. Un montaje de tempo determinado e infatigable, que no deja que el interés del espectador decaiga desde el primer minuto de metraje hasta el último. Un largometraje de diestro sentido cómico, plagado de líneas de diálogo ingeniosas y situaciones hilarantes. Un caso de sintonía sana entre el director de orquesta y unos intérpretes comprometidos con la causa (destacaría un Manolo Solo siempre cercano y cálido, aún en sus personajes más reprobables).

Las sátiras realmente efectivas son aquellas que hieren además de divertir, que burlan pero que se adentran en las sombras de los villanos parodiados para exponer sus mezquindades mas calladas. Que ofrecen lecturas adicionales que se escapan a simple vista y ofrecen un amplio abanico de matices en la representación de su universo vilipendiado. Pero el discurso se queda aquí en la caricatura, en la ridiculización mas evidente. Se acomoda en la parodia de superficie, el desfile por los espacios comunes, recurriendo a un humor rancio que conlleve que la película resulte tan agradable y fácil de ver como dócil, inofensiva. No es difícil visualizarla haciendo las delicias de muchos patrones. El personaje de Bardem representa bien los problemas de la película: es histriónico y enérgico, rebosa carisma, pero mas que odiarle terminamos riéndole las gracias. Y su aspecto físico no engaña: no es una persona creíble, es un cliché andante, un personaje similar a los que encontramos en el arsenal de Joaquín Reyes o José Mota. Por mucho que Bardem se esfuerce, el personaje y el conflicto se encuentran en el mismo punto al iniciar la película y al acabarla.

Cínica y vibrante, El buen patrón arma una caricatura lúcida con sentido del espectáculo pero conformista, clavando el colmillo con menos inquina de la que cabría esperar.
Néstor Juez
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow