Visionada por un servidor varios decenios después de su estreno, momento en el cual la presente cinta tenía mucho más sentido,cabe destacar que esta es una de las pocas obras musicales de Broadway que, en su adaptación al celuloide, cosechen un éxito mayor. Es ese el caso de este filme de culto, categoría que marida de un modo extraño con esta película.

Efectivamente, la película enamora a cualquiera, y la posibilidad de olvidarla es inviable. Los números musicales son icónicos, así como su estética y sus particulares personajes. Probablemente sea una de las cintas que mejor haya reflejado la liberación sexual de los setenta, presentándose de un modo innovador la transexualidad en el cine mediante el personaje de Curry, carismático protagonista-antagonista y mayor activo de la cinta, así como crear un imaginario nuevo mediante la unión del terror clásico con la cultura pop: castillo transilvaniano en permanente fiesta pop y un mazas rubio como nuevo Frankenstein.

De todos modos, no deja de ser un guión absurdo y unas interpretaciones caricaturescas (uno de las papeles que dio a conocer a Susan Sarandon) donde se unen múltiples referencias de modo irregular. En el apartado técnico, podríamos considerarla serie B. Pero, al ser un musical, adquiere sentido y se justifican los defectos.

A todo amante del cine sin complejos y de la diversión irreverente, no debe perdérsela.