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Voto de Néstor Juez:
7
7,0
20.842
Drama
Fred Ballinger (Michael Caine), un gran director de orquesta, pasa unas vacaciones en un hotel de los Alpes con su hija Lena y su amigo Mick, un director de cine al que le cuesta acabar su última película. Fred hace tiempo que ha renunciado a su carrera musical, pero hay alguien que quiere que vuelva a trabajar; desde Londres llega un emisario de la reina Isabel, que debe convencerlo para dirigir un concierto en el Palacio de ... [+]
13 de febrero de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tres años después de la soberbia La gran belleza llega a las pantallas españolas la nueva obra del realizador napolitano Sorrentino, esta vez de la mano de un reparto internacional y en un ambiente más recogido e íntimo, pero con idénticas preocupaciones temáticas; el paso del tiempo, las heridas del pasado, la vejez, la juventud, la familia y la felicidad. Menos felliniano esta vez, pero igualmente preciosista en el apartado visual, La juventud es una interesante y disfrutable película soberbiamente interpretada por Michael Caine, pero no logra emular la experiencia inmersiva y reflexiva de su predecesora.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Tres años después de la soberbia La gran belleza llega a las pantallas españolas la nueva obra del realizador napolitano Sorrentino, esta vez de la mano de un reparto internacional y en un ambiente más recogido e íntimo, pero con idénticas preocupaciones temáticas; el paso del tiempo, las heridas del pasado, la vejez, la juventud, la familia y la felicidad. Menos felliniano esta vez, pero igualmente preciosista en el apartado visual, La juventud es una interesante y disfrutable película soberbiamente interpretada por Michael Caine, pero no logra emular la experiencia submersiva y reflexiva de su predecesora.
Un compositor y un cineasta octogenarios se reúnen en un balneario alpino para descansar, reflexionar retrospectivamente sobre su vida y esperar con reposo a que se suceda su parte de vida restante. Son sólo dos inquilinos más de un escenario idílico que permanece aislado del tiempo y del espacio cual oasis de introspección en el que deambulan buscando respuestas todo tipo de personalidades y personajes extravagantes del mundo de la cultura y el deporte. Todos ellos hombres y mujeres en pausa que se encontrarán a sí mismos durante el transcurso del filme, y que se reconciliarán con su pasado familiar y personal a la vez que hallan una solución óptima para encarar satisfactoriamente su momento presente y sus respectivos testamentos laborales. Todo ello acompañado con hermosos paisajes suizos, humor absurdo, hermosa fotografía y montajes sonoros o musicales que combinados con su argumento principal invitan a reflexiones trascendentales diversamente acertadas.
Pero la abundancia de líneas narrativas y el desaprovechamiento del resto de intérpretes del reparto provoca que todo acabe siendo menos de lo que pretende, quedándose en la superficie y ofreciendo una experiencia gratificante para el espectador pero no deslumbrante ni especialmente memorable. Múltiples escenas se tornan rutinarias por mera repetición. Se reflexiona sobre la música pero nos quedamos con ganas de conocer más de la carrera de Fred, o de las películas de Mick. Rachel Weisz ofrece sugerentes pinceladas de una desencantada hija de la que sabremos menos de lo que desearíamos. Y, en última instancia, la banda sonora del filme y su realización se muestra solvente pero sin abandonar una poco arriesgada zona de confort, que incluso diriase desganada en esta ocasión. Ya sabíamos que Sorrentino es uno de los grandes de nuestros días; sabiendo de nuestro conocimiento, en esta ocasión ha decidido hacernos sonreír, en lugar de volver a enamorarnos.
Michael Caine, su forma y su temática hacen de esta una película ilustre y gratificante, muy recomendable de ver y analizar. Pero su hechizo nos hará quedarnos, por esta vez, con ganas de más.
Un compositor y un cineasta octogenarios se reúnen en un balneario alpino para descansar, reflexionar retrospectivamente sobre su vida y esperar con reposo a que se suceda su parte de vida restante. Son sólo dos inquilinos más de un escenario idílico que permanece aislado del tiempo y del espacio cual oasis de introspección en el que deambulan buscando respuestas todo tipo de personalidades y personajes extravagantes del mundo de la cultura y el deporte. Todos ellos hombres y mujeres en pausa que se encontrarán a sí mismos durante el transcurso del filme, y que se reconciliarán con su pasado familiar y personal a la vez que hallan una solución óptima para encarar satisfactoriamente su momento presente y sus respectivos testamentos laborales. Todo ello acompañado con hermosos paisajes suizos, humor absurdo, hermosa fotografía y montajes sonoros o musicales que combinados con su argumento principal invitan a reflexiones trascendentales diversamente acertadas.
Pero la abundancia de líneas narrativas y el desaprovechamiento del resto de intérpretes del reparto provoca que todo acabe siendo menos de lo que pretende, quedándose en la superficie y ofreciendo una experiencia gratificante para el espectador pero no deslumbrante ni especialmente memorable. Múltiples escenas se tornan rutinarias por mera repetición. Se reflexiona sobre la música pero nos quedamos con ganas de conocer más de la carrera de Fred, o de las películas de Mick. Rachel Weisz ofrece sugerentes pinceladas de una desencantada hija de la que sabremos menos de lo que desearíamos. Y, en última instancia, la banda sonora del filme y su realización se muestra solvente pero sin abandonar una poco arriesgada zona de confort, que incluso diriase desganada en esta ocasión. Ya sabíamos que Sorrentino es uno de los grandes de nuestros días; sabiendo de nuestro conocimiento, en esta ocasión ha decidido hacernos sonreír, en lugar de volver a enamorarnos.
Michael Caine, su forma y su temática hacen de esta una película ilustre y gratificante, muy recomendable de ver y analizar. Pero su hechizo nos hará quedarnos, por esta vez, con ganas de más.