Sin solución de continuidad se proyectó la estadounidense Diane, debut en la ficción del documentalista Kent Jones que compitió en la Sección Oficial de Locarno. Diane tiene setenta años, y hace tiempo que es viuda. Vive y se desvive para ayudar y buscar el bien de aquellos que le rodean, tanto amigos, vecinos y familiares como sin techo a los que nutre en el comedor social en el que trabaja. Visita a enfermos, y centra su energía en un hijo de mediana edad atascado en la droga. Todo ello es una manera de solventar el vacío existencial y no encarar sus demonios personales y resentimientos, que en su declive afloran de golpe. Un drama naturalista, de costumbrismo suave y mundo rural estadounidense reflejado con sencillez, cercanía y suave pero efectiva emotividad y humanidad. Un mosaico de relaciones humanas veraces y entrañables, orbitando alrededor de un protagónico poderoso muy bien interpretado. Una película que te va ganando, y que transmite honestidad. Pero que no nos engañemos, es nimia, muy poca cosa. Su realización y estilo narrativo son pobres y carecen de ambición o personalidad, y su guión presenta un interés relativo, pues la extrema naturalidad roza la banalidad cotidiana de continuo. El mar del cine indie es tan vasto que nada hay aquí que la haga flotar. Un filme compacto y conciso, acertado en no ser azucarado ni histriónico en el dolor, sin grandes defectos y coherente con lo que se propone. Pero en el terreno del cine de calidad no puede bastar con la mera corrección.