Me ha encantado ver que el personaje menos pensado era el más recto en su juicio sobre la protagonista de esta historia. Viendo la dureza de la madre de Absalón, la mayor parte de la gente la juzgaría mal, como una vieja envidiosa, perversa y de pocas luces. Todo lo contrario. Porque ésta no es una película al uso de los días actuales.

Además, el de Dreyer es casi siempre cine religioso, como lo es éste. Pero se trata también de sentido común. Un sentido común que debería regir el comportamiento de la gente, pero que ha desaparecido de tal modo de la faz de la tierra, que pocos hay que consigan alejarse del prohibido amor de Anne y Martin y hacer un juicio justo sobre el padre y la abuela de éste. Hoy día las costumbres son flojas, el error y el pecado no escandalizan a casi nadie y todo el mundo sólo desea que, en la película de turno, venza el amor romántico por encima de cualquier cosa. En "Dies Irae" va a ser que no.

El que tenga oídos, que oiga porque ¡Cuánto terror habrá en el futuro cuando el juez haya de venir a juzgar todo estrictamente!