Una sensación de impacto realista y transgresor que esta historia hace llegar al espectador de forma sublime. La elegancia, el buen gusto y delicadeza del guión se ve ensalzado con una primorosa puesta en escena, que como contrapunto a la asepsia visceral de sus diálogos hace que impacte en la retina del espectador, ese choque de esterilización tramática dominada por la protagonista y que engulle al drama personal acercándolo al Olimpo de las paradojas dramáticas. Los contrastes y golpes visuales hacen que la directora comunique más aún si cabe que con una simple ebullición y eufemística algarabía en la trama. No hay mayor impacto que la ausencia de sentimiento, o la incapacidad de poder hacer vivir al espectador, llenándolo de empatía y rabia contenida. La frialdad de los colores y de su fotografía pulcra y apática encarna a la perfección la singular personalidad de la protagonista, que todo lo llena con su mirada y gestualidad. La normalidad de lo diferente auspicia a cada sensación hiriente en su holística puesta en escena. Vemos reacciones que creemos y vivimos y hasta comprendemos con solo especularlo... Nunca le debe faltar la sal de la inspiradora realidad a una vida que busca al fin y al cabo el amor...