Su gran baza es el juego de de la ambigüedad moral, de la constante lucha de lo bueno y lo malo, partiendo de la paradoja que sería preguntarse si se cumplen las reglas del juego en una guerra. La ambivalencia del lenguaje, el retorcimiento de la moralidad, la confrontación ética llega a su compleja dicotomía en esta película que busca reflejar en lo que estamos pendientes, con los resquebrajados corsés del decoro, intuimos la respuesta final, pero siempre viendo las múltiples ataduras del caminante en la elección del camino deseado, necesitado y escogido. Las piedras se hacen puntiagudas, el camino tortuoso, pero la falsa moral queda al descubierto. Las interpretaciones reflejan la frialdad del momento de unos personajes azotados y azorados pero con claridad meridiana buscan una salida... y en esas la dignidad de los actores se mimetiza, viendo el resultado cuan omniscientes espectadores. Nuestros miedos y deseos confluyen gracias a un punto de vista cinematográfico cercano y realista, una elección de tiro precisa y acertada.