Una dirección actoral e interpretaciones envidiables, un planteamiento más que natural y sinuoso que engancha, aunque el guión es flojo y tiene sus altibajos no deja de ser divertido y ambivalente. Parte de una buena base pero con falta de moldeamiento porque es incisivo y refrescante, con una ambientación envidiable y con un reparto de lujo. Los personajes juegan con sus tópicos para reírse de ellos y los diálogos frescos, pero ese frescor se tambalea hacia el final de la cinta, que no la estropea pero hace bajar su valoración en conjunto. Una Belén Rueda espléndida apoyada por un Eduard Fernández y María Pujalte envidiables. El tratamiento teatral de los espacios agrada al espectador, que recupera los guiños al cine de Woody Allen, con ese humor tan directo y circunstancial que hasta nos hace creer los señuelos que recogemos con ansia durante la cinta.