Seboso gordo nórdico deambula por su acomplejada vida, matando el tiempo entre currar en casa traduciendo manuales de instrucciones del alemán al noruego sobre desbrozadoras, lijadoras, taladros o chismes parecidos y cascársela compulsivamente. Aprenderemos además, que es poseedor de la gran tranca y que no le tocó precisamente el gordo del euromillón, al tener como único amigo a un espantajo patético e igual de solitario.
El cogollo de la historia aparecerá cuando los viejos del rollizo, deciden alquilar una habitación de la mansión donde éste campa a sus anchas, a promiscua rubiala veinteañera, tan guapita como, por supuesto, imbécil y amante exclusiva de cachas y guaperas.
Con tal argumento, uno podría esperarse magna bazofia (no quiero imaginar todo esto en clave de comedia española...) sin embargo consigue que acabes cogiéndole cariño al pedazo de sebo con gafas y todo fluye de forma amena, tristona pero divertida, con algún intercalado guarrillo y algunas animaciones simpáticamente enfermizas, basadas en las elucubraciones del obsceno mundo interior de nuestro orondo protagonista.

De esas comedias que en realidad son dramas con tono agradable, con buenas interpretaciones y solvente realización, que cunden más que lo que se espera de ellas y por lo tanto, no suelen dejan mal sabor de boca.