En 2005, un conjunto de renombrados directores argentinos con Juan José Campanella a la cabeza junto a Sebastián Pivotto, Bruno Stangaro y Paula Hernández, acometieron una excelente serie televisiva de 13 episodios donde se contaba dos historias en paralelo. La de un joven asturiano que emigra en 1934 a la Argentina por las dificultades de vida en España; y con los años, el camino inverso hecho por su hijo en el año 2001, año de la quiebra argentina, un arquitecto que emigra a buscarse la vida a la madre patria.

Estábamos en 2007 haciendo una investigación con otros colegas de universidades argentinas, justamente sobre los españoles emigrados que habían decidido retornar a España por motivos diferentes. Compramos la serie en una colección de DVDs y la fuimos viendo, acompañado, claro está de otro material de historias de vida y grabaciones de entrevistas reales de españoles retornados o a punto de hacerlo. Y esta serie, cuando la vi, además de ser sumamente aclaratoria para nuestro trabajo, resultó ser una obra de una intensidad, verismo y carga emocional muy importante.

Cine puro, cine grande, historias con un ritmo narrativo brillante, con guionistas como el propio Campanella, Juan Pablo Domenech, Aída Bortnik, Aurea Martínez o Alejo Flah; unos libretos de lujo. Una fotografía de excelencia de Félix Monti, Miguel Abal y una música maravillosa de Emilio Kauderer. Los escenarios, vestuario, ambientación y exteriores sensacionales.

El reparto es de lujo y por mencionar sólo algunos van estos nombres: Héctor Alterio, Ernesto Alterio, Silvia Abascal, Eduardo Blanco, Angie Cepeda… hasta hay un hueco para el celebérrimo José Luis López Vázquez.

Esta coproducción entre televisiones de España y Argentina, abordaba la temática del desarraigo, las dificultades de los españoles que se fueron al país austral en años ’30 del pasado siglo, y la de los que retornaron en los principios del siglo XXI. Es un cine franco y crudo también, y confieso haber llorado en algunos de los capítulos de la serie.

Historia épica, biografías de verdad, de los que se fueron, hombres y mujeres que llegado un punto no eran de aquí ni de allá, entre dos aguas, con el “corazón partío”.