Raymond Ávila (Andy García) es un policía de Los Ángeles perteneciente a asuntos internos (vigilancia y control de la propia policía). Recién llegado al cuerpo le toca investigar las actividades heterodoxas y delictivas del agente Dennis Peck (Richard Gere). El tal Peck ha creado todo un entramado de de influencias perversas que afecta a otros policías que cobran dinero sucio del narcotráfico.

Se trata de una historia irregularmente dirigida por Mike Figgis, que habría dado para mucho más de no ser por un guión flojo y mal hilado e incompleto de Henry Bean, y un montaje, sobre todo al final, algo precipitado y confuso. Las interpretaciones son desde mi modo de ver mediocres, sobre todo en sus personajes principales: García y Gere; el primero sobreactúa y el segundo repite sus estereotipias actorales que tan pingües beneficios le han proporcionado. La fotografía de John A. Alonzo deja mucho que desear y parece anclada en una década anterior.

En definitiva, el film es un policial, un Thriller típico de los noventa con flecos de los ochenta, que delata la archisabida corrupción de la policía, en este caso en EE.UU., con un desarrollo predecible de los honestos que se imponen a los corruptos. La cinta tiene un adecuado ritmo que mal que bien mantiene la atención en la pantalla del espectador. Pero la trama carece de ingeniosidad y la necesaria complejidad como para que resulte una buena película.