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España España · Granada
Voto de Kikivall:
7
Drama Nueva York, 1961. Llewyn Davis (Oscar Isaac) es un joven cantante de folk que vive de mala manera en el Greenwich Village. Durante un gélido invierno, con su guitarra a cuestas, sin casa fija y sin apenas dinero lucha por ganarse la vida como músico. Sobrevive cantando en pequeños garitos, pero, sobre todo, gracias a la ayuda de algunos amigos que le prestan su sofá para pasar las frías noches. De repente, decide viajar a Chicago para ... [+]
1 de mayo de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta magnífica película de los hermanos Coen, verdaderamente admirable, está emparedada entre otras dos obras suyas estupendas igualmente: el western lírico (remake) Valor de Ley (2010) y ¡Ave, César! (2016), una visión satírica del cine hollywoodiense. En esta, el eje del relato es un cantautor patético y camandulero, que busca infructuosamente el éxito. Cinta de proporciones homéricas en el fondo y de configuración sencilla en lo externo.

Quiero apuntar que el personaje de Llewyn Davis se inspira en un cantante real, Dave Van Ronk, un personaje importante en el revival del folk durante la década prodigiosa, que posteriormente quedaría ensombrecido por compañeros de esa época como Bob Dylan, Tom Paxton, Guthrie Thomas y Joni Mitchell.

Los hermanos Joel Coen y Ethan Coen consiguen con su dirección excelente y su depurado guión, un trabajo muy emotivo, intenso, a la vez que sencillo y diáfano. Y además te engancha, o sea que es entretenida la película, pero también refleja la crueldad y las vicisitudes de la vida de un cantante de folk que pasea aterido las calles neoyorquinas, un hombre adaptado a un ambiente de pura crudeza en cual la mayoría de los terrícolas se habrían hundido para siempre.

Es básico reflejar bien el paisaje en el cual sobrevive un hombre; un ser que acabará por comprender que cualquier esfuerzo termina en melancolía. Los Coen dibujan muy bien las bajas temperaturas que padece el personaje, la humedad rampante, el aire gélido, las circunstancias adversas, la escasez, la precariedad.

Preciosa banda sonora, canción con Marcus Mumford inclusive, llena de temas muy notables; música, pues, muy agradable, con canciones bien entonadas aunque crepusculares para lo que se avecinaba.

Perfecta una fotografía intensa, emocional, extraordinaria y atmosférica a cargo del magnífico director de fotografía Bruno Delbonnel, con planos de una fuerza tremenda, y juegos de luz apabullantes. Estudiada la planificación de los interiores de Greenwich Village o el sonido, entre la emoción y el dislate de cada canción.

El reparto es genial con un enorme Oscar Isaac como cantante audaz al que le falta algo para triunfar, que en su trabajo demuestra la fuerza de su mirada y los registros que puede alcanzar con la simple mímica; Carey Mulligan, que en unos pocos pero plenos minutos de presencia en pantalla, manifiesta que es una gran actriz, aguda, en este caso en el rol de amante deslenguada y feroz; John Goodman brillante como compositor y desproporcionado músico de jazz heroinómano; Ethan Philips muy bien; o Garrett Hedlund, puro talento. Sin olvidar al gato Ulises, personaje animal que se transforma en hilarante ‘leitmotiv’ del relato.

Película que más allá de hablar del folclore en los EE.UU. en los primerísimos años sesenta, de lo que habla en realidad es de un errático viaje que no conduce a ninguna estación, el recorrido de un hombre perdido, aturdido, transitando paisajes urbanos y domésticos kafkianos. Alguien que está directamente a los pies de los caballos, al pie de acontecimientos que no pintan halagüeños.
Kikivall
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