Tras el lamentable suicidio de una maestra en una Escuela, es contratado el profsor Bachir Lazhar para sustituirla y reencauzar la vida escolar y emocional de los niños tras el tarumático suceso.

Estamos ante una excelente película, dirigida con un buen ritmo narrativo por el director canadiense Philippe Falardeau, con guión de su propia autoría, un guión ágil y que no esconde el dramatismo del film en todo sentido. El guión es una adaptación de la obra de teatro de Évelyne de la Chenelière, que trata sobre la imposibilidad de sanación del individuo y más de un niño traumatizado, si no existe un contacto físico, propio de nuestra condición y nuestra naturaleza humana. Y el film refleja que en nuestras escuelas, este contacto está prohibido, ejerciéndose una educación fría y aséptica.

A a la vez, Falerdeau nos muestra el lado más humano de un hombre (Lazhar) que ha podido sobrevivir a sus enormes vicisitudes y desdichas.

Entre las interpretaciones destaca la maravillosa y convincente interpretación de Mohamed Fellag, al que acompaña un estupendo reparto como Sophie Nélisse, Émilien Néron, Marie-Éve Beauregard, Vincent Millard, Seddik Benlismane o Louis-David Leblanc, por mencionar algunos. La música de Martin Léon arropa muy bien el drama y la excelente fotografía de Ronald Plante enmarca con nitidez la historia.

Una película para pensar sentir en la que Philippe Falardeau, nos hace ver los problemas de nuestra distante forma de educar, y a la vez cómo tras los inmigrantes hay un mundo y unas contradicciones como las de cualquiera de nosotros. Película dura pero de recuerdo agradable. Esta película es una clase magistral de buen cine educativo y social, y de sereno optimismo.