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España España · Granada
Voto de Kikivall:
9
Drama Brooklyn, verano de 1987. Algunas personas que frecuentan el estanco de Auggie Wren (Harvey Keitel) le confían sus problemas. La rocambolesca historia de cómo consiguió su cámara fotográfica y de por qué se decidió a elaborar su singular colección de fotografías le dará por fin un argumento a Paul Benjamin (William Hurt), un prestigioso novelista que atraviesa una crisis. Por su parte, Paul ayudará a Rashid (Harold Perrineaud Jr.), un ... [+]
3 de mayo de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nunca olvido esta película. Recuerdo cuándo, con quien y dónde la vi. La tengo por una película sorprendente y maravillosa, de esas obras que si la vuelves a ver, descubres nuevas cosas, elementos, diálogos o ideas que se te habían pasado por alto. Película tremendamente entrañable en todo sentido. Y uno se encuentra a gusto fumando, en el mejor sentido, en ese microcosmos de humo que es “Smoke”.

Estamos en el encuadre de un estanco en Brooklyn en el verano de 1987. A su alrededor se despliegan las historias de un puñado de individuos solitarios cuyas vidas parecen selladas por el azar.

El estanquero, a las a las ocho de la mañana de cada mañana hace una foto desde el mismo ángulo a la salida de su tienda calle arriba, a modo de estrafalario estudio de seguimiento del lugar durante años.

El director japonés afincado en tierras americanas Wayne Wang dirige con su propio sello y una especial distinción esta cinta cuyo guión escribe nada menos que el gran novelista de Nueva Jersey Paul Auster. Es una película de hombres solitarios y algunas mujeres; todos ellos construyen una especie de mundo melancólico en medio de una gran ciudad, a la vez que matan su tiempo y disfrutan con un buen cigarro mientras sueñan en cómo salir a flote. Viendo esta cinta uno observa cómo los pequeños detalles hacen que la vida de los protagonistas cambie, sin necesidad de grandes eventos o floridos acontecimientos. Cuenta historias sencillas, aunque profundas y llenas del misterio de la existencia, la suerte siempre flotando, la fatalidad, el sino.

Excelente la música de Rachel Portman y una gran fotografía de Adam Holender.

En el reparto Harvey Keitel destaca; es un actor de excepción, de lujo, parece que siempre desempeña el mismo papel con su cara y su voz inmutable pero siempre es diferente. William Hurt está antológico. Igual que Stockard Chaning, Foreste Whitaker y el niño Harold Perrineau Jr. Y otros actores, todos sembrados.

Obra redonda, leve como el humo que se cuela entre las conversaciones. Efectivamente, es como que los personajes no tuvieran la sujeción a un guión ni a las reglas interpretativas, como si fueran de manera autónoma y solitaria, del mismo modo que millones, perdidos en la calle de una gran ciudad, con una gasolinera próxima donde se busca a alguien, y la urbe siempre presta a las historias, porque las ciudades se componen de historias y entonces nada parece escenario artificial sino un puro crepitar de emociones, de ritmo que a veces se embala y otras enlentece y se acompasa.

Los personajes que vemos y seguimos a lo largo de los 112 minutos que dura la película, sin duda podrían ser reconocibles por muchos espectadores en entorno cotidiano. Sin embargo son individuos de ficción. Es ese pareo entre lo real y lo imaginario donde se recrea el film.

Y un precioso mensaje que incluye la idea del “tempus fugit”, de la fugacidad de la vida, la velocidad de los acontecimientos vividos. Película en la cual el camino de la vida, ese paseo breve, se disipa como una fumada. Auster-Wren nos colocan por delante esta obra tan sugerente como bonita, para emocionarnos con cuanto de hermoso hay en ella. Para sobrellevar los malos tiempos y las jugadas torcidas. Película que es una manera de redimir la caducidad por medio del arte en una obra única.
Kikivall
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