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España España · Granada
Voto de Kikivall:
6
Thriller. Drama Carlos, un alto ejecutivo a punto de convertirse en socio de una gran empresa, recibe el encargo de mediar en el secuestro del ingeniero de una petrolera americana en África. El incidente está poniendo en peligro la firma de un contrato millonario.
3 de octubre de 2020
14 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película en ningún momento nombra expresamente al país de Guinea Ecuatorial, pero todo cuanto narra indica a las claras que se desarrolla en la ex-colonia española. Para ratificar lo que digo, hay que saber que el título “Black Beach”, era el nombre de una cárcel de Malabo.

En esa la cárcel fue alcaide Teodoro Obiang antes de arrebatarle el poder a su tío, Francisco Macías. Un infierno en la tierra para varias generaciones de guineanos por los que nadie hizo nada. Fueron habituales juicios sumarísimos, ejecuciones y torturas, especialmente crueles con los disidentes políticos.

Pero hete aquí que Guinea ni se nombra en esta película rodada en Canarias, Ghana, Madrid, Bruselas y Toledo, entre otras localizaciones, aunque todo ocurra en un país africano rico en petróleo, en el que se habla castellano, donde el oro y todo el esperpento de los más zafios nuevos ricos rodea a sus clases dirigentes, y donde cualquier indicio de oposición al régimen se aplasta entre los muros de una infame prisión llamada Black Beach; o sea, Guinea. De manera que Black Beach no es precisamente una playa idílica y de este modo sabemos por dónde van los tiros y cuál es el contexto geopolítico de gran parte de esta historia.

Carlos es un alto ejecutivo que vive en Bruselas que anhela junto con su esposa embarazada Susan (Matthews), convertirse en socio de una gran empresa. Para conseguir tal calificación recibe el encargo de hacer de mediador en el secuestro del ingeniero de una petrolera americana en África (en Guinea, para que nos entendamos), lo cual que se ve sumergido en una trama de conspiración y corrupción alto nivel.

La cosa es que el tal secuestro está poniendo en riesgo la firma de un contrato millonario relacionado con el crudo del país, por el cual pugnan distintos estamentos y personalidades. El tal país es el mismo donde él, antes de ser un flamante ejecutivo, fue cooperante para Naciones Unidas. O sea, se trata de un viaje de vuelta a la juventud y sus ideales y utopías, donde Carlos se las verá con su pasado y con su futuro.

Esteban Crespo hace una aceptable dirección cuyo guion ha sido escrito por el propio Crespo junto a David Moreno, un libreto correcto que, no obstante, tiene lagunas. Arranca Crespo su segundo largometraje (el primero fue Amar, 2017) a modo de thriller político que al poco cambia en otro de acción, para posteriormente convertirse en drama íntimo, y la verdad, ninguna de las tres modalidades queda bien encajada.

El punto de arranque va perdiendo fuelle por el camino entre otras por su previsibilidad. En el fondo, la política y su fondo de corrupción a varias bandas. Y algo importante, hay un secreto central finalmente no queda aclarado en el film. Lo cual que todas las escenas violentas, de acción y de mucha adrenalina, quedan como sin espíritu.

Envolvente y apropiada música de Arturo Cardelús, esplendente fotografía de Ángel Amorós y una envidiable puesta en escena reproduciendo poblados africanos, persecuciones, artificios y exteriores muy apropiados.

En el reparto Raúl Arévalo hace un trabajo actoral cargado de matices y muy convincente. Lo secunda una convincente Carmela Peña como su enlace en África o Paulina García en el rol de su bonita y ambiciosa esposa. Acompañan muy bien actores como Melina Matthews o Luka Peros, entre otros.

La película es en gran parte fruto de las brutales localizaciones y secuencias en África. Pero el film quiere ser algo más que thriller de acción, dada la solemnidad de un cine pretendidamente de denuncia. Y me temo que sólo lo consigue a medias.
Kikivall
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