El prolífico, extemporáneo e irregular director Takashi Miike, ha realizado de manera bastante buena desde mi modo de ver, una auténtica película de acción. En gran medida, la película es un cuasi calco argumental de la grandiosa obra de Akira Kurosawa, Los siete samuráis (1954), que luego daría lugar al también conocido western de John Sturges, Los siete magníficos (1960).

Es una epopeya de samuráis muy bien realizada. Si bien, lo digo por los sensibles, tiene algunas escenas brutales a cargo del villano un poco gratuitas.

La película está plagada de actores muy buenos en artes marciales como Kôji Yakusho o Takayuki Yamada, bien conjuntados y en una excelente interpretación coral.

O sea, cine de samuráis al más puro estilo, un chute de acción en vena en los cuarenta y cinco últimos minutos, con escenas que quedan fijadas en la retina y en el frontal. Se nota que Miike siente un profundo respeto por las tradiciones y concretamente por los samuráis.

En conclusión, es una película de buena factura y de obligado cumplimiento para la pléyade de seguidores de Takashi Mike. Película belicosa, escenas fuertes cuerpo a cuerpo rodadas con meticulosidad, un ejercicio de carnicería cinematográfica y afinada realización, con una mezcla de sangre y júbilo.