Me había dejado un muy buen sabor de boca esta película y hete aquí que la he vuelto a ver de nuevo y me sigue pareciendo filme, una obra sensacional de un inspirado Denys Arcand, conducido por un muy bien escrito guion de su autoría en el cual no falta brillantez, un ágil pulso narrativo y sabrosos diálogos.

Es la historia de un hombre enfermo terminal que no acaba de afrontar su inminente final debido a la vida errática y fallida que ha llevado, lo cual le conduce al lamento y le impide encontrar paz necesaria.

Para ese final confluirá su hijo con el que no se comunicaba, amén de su ex-mujer, sus ex-amantes y algunos de sus viejos amigos que deciden compartir con él sus últimos momentos.

Esta obra resulta ser una estupenda continuación de "El declive del imperio americano", película que dio a conocer a Arcand, acompañada de buenas críticas.

Es una cinta dramática que pone en pantalla la conocida hipótesis psicológica de que los momentos postreros son una consecuencia de la vida que se ha llevado. Una vida plena, satisfactoria y con la sensación de los deberes cumplidos, es muy diferente a una existencia guiada por el fracaso, la culpa y un sentido de vacío, que es lo que le ocurre al protagonista.

Además es una cinta no exenta de humor y que, como apunta Oti: "Pone en pantalla la habitual dosis de ironía, gran cultura, pesimismo social y devastador".

Con un gran reparto, con interpretaciones impregnadas de emotividad y carácter (Rémy Girard, Stéphane Rousseau o Marie-Josee Croze, entre otros), gran fotografía de Guy Dufaux y música muy oportuna de Pierre Aviat, junto a una estupenda puesta en escena.

Película que deviene cínica crítica a lo políticamente correcto y un ejercicio de cómo funcionan los conflictos generacionales en la actual clase media y con un burlón sentido de la Historia.