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España España · Granada
Voto de Kikivall:
9
Drama En 1864, antes de cumplir los veinte años, Ludwig de Wittelsbach (Luis II, "el rey loco") ocupó el trono de Baviera. El joven rey era generoso y romántico y soñaba con traer la felicidad a su pueblo. Fue un gran mecenas que amaba el arte, la paz y la armonía universal. Sin embargo, por confiar en sus consejeros, llevó a Baviera a una desastrosa guerra que la dejaría en manos de Bismarck. Hasta sus más fieles colaboradores conspiraban ... [+]
18 de mayo de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Era en el otoño salmantino cuando me dirigía de la mano de mi amada novia cacereña, junto con mi hermano y un amigo al que llamábamos “el burgalés”, camino del cine Coliseum, en el pasaje del mismo nombre, a ver una obra que era de obligado cumplimiento para los buenos aficionados al cine. Las calles estaban alfombradas de hojas secas, ofreciendo un aspecto romántico teñido de melancolía. Justamente lo propio para ver esta cinta.

Es una película histórica que cuenta la vida del entonces veinteañero Ludwig de Wittelsbach (Luis II, "el rey loco"), un hombre generoso e idealista que amaba la paz y el bienestar de su pueblo. Luis II ocupó el trono de Baviera, sin reparar en las perfidias de la corte, los malos consejeros y los conspiradores que sumieron a Baviera en una terrible guerra de la cual se benefició el artífice de la unificación alemana: Otto von Bismarck. Luis II entró en una tremenda decadencia física y mental que el film retrata muy bien.

Nada hay que añadir a la excelente, clasicista y preciosista dirección de un Luchino Visconti en plenitud, con un guión de altura, del propio Visconti junto a Enrico Medioli y Suso Cecchi d'Amico, escrito con sesudos y poderosos diálogos. La trama está tan bien narrada que deja en el espectador esa sensación de desasosiego cuando es testigo de los desmanes humanos, tanto en lo político, en las insidias e intrigas palaciegas, como en la violencia que no perdona cuando de conseguir el poder se trata.

Una banda sonora esplendorosa de Jacques Offenbach (la excelsa música es firmada casi íntegramente por Wagner) acompaña a una bellísima fotografía Armando Nannuzzi, junto con una puesta en escena maravillosa. Además, es una película de planos muy cuidados rodados en formatos anchos, primeros planos, panorámicas rodadas con zoom, una obra con tendencia al divismo y al histrionismo, con una cuidada ambientación, elección de localizaciones y excelente diseño de vestuario. En realidad, como digna sucesora de “Muerte en Venecia”, esta es una película que reflexiona acerca de las relaciones entre la vida y el arte, entre la estética y la ética.

Este prolijo retrato del mundo mental de Luis II y su decadente y progresivo ocaso se extiende en un metraje excesivo (264 minutos), que no todo el mundo tolera igual; si bien, al más puro estilo viscontiniano, esta es una cinta en extremo bella y elegante, a la par que da una sensación de realidad, una sensación de estar observando en la pantalla la corte bávara genuina, tal como debió ser, sin atisbo de artificio o sensación de folletín. Ese es uno de los principales méritos de la cinta y se nota que está muy bien documentada.

En cuanto al reparto, los actores realizan trabajos más que convincentes. Helmunt Berger acomete su principal papel en el cine, según yo lo veo, en esta encarnación de Luis II y sus intrincados recovecos psicológicos; Berger está excelente y parece que más que Berger fuera el mismo Rey Loco en persona, ese joven con muchos claroscuros en su frágil personalidad. Igual ocurre con Trevor Howar, cuya recreación de un mezquino Richard Wagner roza la perfección. La siempre fulgurante Silvana Mengano encarna a la bellísima Cósima, tan elegante y convincente que también parece que la Mangano fuera la mismísima Cosima Francesca Gaetana Wagner, esposa del insigne compositor. Y Sissi, o sea, Isabel de Austria se hace verdad gracias a la hermosura y el talento de Romy Schneider. Un reparto de lujo que aporta gran valor a la obra.

Fue una película exitosa que estuvo bien representada en los Premios Oscar de 1973 (nominada vestuario), y en 1972 en los premios David di Donatello donde se alzó con el galardón a Mejor película (ex-aequo) y director, y 1973 en la Seminci de Valladolid fue Espiga de Oro. Son premios importantes, sobre todo teniendo en cuenta que no es una película de masas. Es una obra densa, centrada en la historia, en la psicología de sus personajes y en el aspecto estético. Toda una obra visualmente esplendorosa, que no oculta su culto a lo nocturno, lo cual le confiere un halo de inequívoco romanticismo.

En suma, una obra maestra, un espectáculo musical y visual que debe ver todo buen cinéfilo.
Kikivall
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