Posee un problema demasiado grave de guión y tono, siendo una película que no sabe en ningún momento hacia dónde va ni que pretende contar, dando lugar a escenas inexplicables y, a veces, hasta embarazosas. Además, se añade que narra simplemente unas historias más que vistas y conocidas sin aportar nada nuevo ni ser brillante en su adaptación (cortan, sistemáticamente, las escenas que podrían aportar una mayor carga dramática o emoción al film), no consiguiendo en ningún momento sumergir al espectador en la película. Al final, nos encontramos con una cinta lastrada por la falta total de emoción e interés durante el metraje. Solo puedo salvar el rodaje de varias escenas en las que Rob Marshall sabe introducirnos entre las bambalinas de Broadway, dando entrada y salida de la escena a los personajes o con movimientos de cámara que simulan estar contemplando el desarrollo del musical ante nuestros ojos y, evidentemente, su producción (aunque a veces tiene fallos que no son propios de su abultado presupuesto). Hacía tiempo que no me enfadaba tanto con una película. Ración doble de castaña pilonga.