En medio de las grandes películas de Bardem (Cómicos, Calle Mayor, Muerte de un ciclista) hizo esta, sin duda menor, pero interesante en la historia del cineasta.
Un cierto fallo es el actor. No sé bien por qué pero se nota que es francés, y no tiene ese casticismo madrileño que aquí habría venido bien. Ella, Julia Martínez, está muy bien.
Muy buena la introducción, el 22 de diciembre, el día de la lotería, con una selección de imágenes bien escogida.
La escena en la comisaría, en la que todos acaban llorando, al imaginar la muerte del corderillo es inmensa. Una vez más, en estos años, la buena influencia del neorrealismo italiano.
Un detalle curioso: no sé si lo he entendido bien pero en el villancico que cantan unos niños cuando salen los créditos iniciales se dice ¡Viva la censura! rimando con ¡Viva el señor cura!
Y un anticipo de la sensibilidad animalista que se haría muy extensiva muchos años después. Las imágenes del corderillo son entrañables. ¿Quién se atreve a matar a un animalito así?
Una extraña función monjil de Navidad, representando la muerte del Bautista, con cabeza decapitada y todo y una niña bailando como Salomé. Todo un poco deslavazado pero tiene su interés. Las escenas del ejército movilizado, hasta las más altas esferas, por culpa del corderito, no dejan de tener su coña. Con los secundarios de toda la vida, Alexandre, Pantaleón, Xan das Bolas...Y López Vázquez aunque sea un minuto.
Y como siempre en estas películas antiguas el documento de ver calles, vestidos, costumbres del Madrid de la época. Y la influencia yanki: en la tómbola de las monjas se rifa una plancha americana. El barbero que quiere poner su propia barbería la llamaría “Barbaría americana”.
A pesar de las desigualdades del desarrollo el final es buenísimo.