Para empezar no es el mayo del 68 sino dos años o tres después. Esto es un grupo de tíos y tías que, no habiendo aprendido del fracaso político del mayo del 68, insisten en jugar a revolucionarios. Puede que ellos se lo pasasen bien, porque lo prohibido siempre atrae, pero para el espectador es un solemne aburrimiento.
Que sí, que pegan carteles, hacen pintadas y todo eso, pero aquí no hay trama, solo correteos.
Empieza la peli en una clase con un profesor que lee un interesante texto de Pascal. Pero ahí se queda la profundidad. El guión, una vez más, es el fallo. Va de un lado al otro, sin un claro hilo conductor y, sobre todo, sin generar ni un momento de emoción. Y ni un poco de humor.
¡Qué gracia, con sus juegecitos casi matan a un vigilante nocturno!
En medio la parejita de enamorados, muy sosos los dos. Por cierto ya podrían haber escogido a un tío con más carisma o más atractivo.
Se olvidan de la revolución y juegan a ser hippies, eso sí es de esa época. Pero siempre sin chicha. Eso sí, drogas al tún tún y folleteos varios.
Una idiotez.