El maestro Mizoguchi en una de sus mejores películas, un ejemplo de cómo contar una historia, de principio a fin, manteniendo el interés. Además la película es la mejor información que se puede tener sobre el mundo de las geishas, tan desconocido en Occidente y que ha causado perplejidades, a pesar de su antigüedad, en el mismo Japón. Geisha era un oficio que requería dotes de todo tipo.
Una dirección sencilla, con una naturalidad en el rodaje que no se nota la cámara. Entre otras cosas porque la atención se centra en esas dos grandes intérpretes, Kogure y Wakao, dos de las grandes estrellas en muchas películas japonesas del siglo XX.
Película de los años cincuenta, una década prodigiosa en el cine de casi todo el mundo.