Película de casi hoy mismo y en la que no proliferan los tacos, ni vemos culos de nadie, ni a nadie que se desangra, ni nadie se fuma un peta, ni nadie vomita.
Vemos a tres hombres ya mayores, muy bien interpretados por Carlos Iglesias, Roberto Álvarez y Ramón Barea que, incluso en una época en la que algunios, mucho más jóvenes, se contentarían con una paga estatal, deciden emprender un negocio,
A la vez tienen que hacerse cargo de alguna que otra nieta o nieto porque sus hijos necesitan que los abuelos les echen una mano.
La vida misma.
Pero está rodada con pulcritud, con unos diálogos creíbles. Hay una divertida critica a los gurús de las diversas consultorías y al uso cada vez más del uso de términos ingleses para realidades que tienen un bonito nombre en castellano.
Salvo excepciones, quizá a la gente joven les parezca un rollazo. Con toda la razón, como me lo parecen a mi casi todas las películas de adolescentes ambientadas en un high school o en un instituto, con los habituales clichés de la guapa, el guapo, la tímida, la fea, la gorda, el baile de fin de curso...