Es imposible juzgar esta película si se sabe que fue la última de Clark Gable, que no vivió para verla estrenar, y de
Marilyn. Y Monty vivió cinco años más, pero muriéndose por el camino.
No vidas rebeldes, sino vidas que no saben cómo vivir. Un maduro vaquero en decadencia. Un joven que añora el cariño de su madre. Y una Marilyn perdida porque no sabe qué hacer con su vida, que es todo ternura. Por esta película sabemos que la apariencia de rubia tontita, que tuvo que hacer en otras películas, era solo un modo de ocultar una tierna sensibilidad hacia el dolor del otro.
El guión, de Arthur Miller, ex marido de Marilyn, que la conocía bien, permite pensar que se escribió pensando en ella. Porque es ella la protagonista. Aquí, además, pionera de esa sensibilidad hacia los animales, que en aquella época era algo minoritario.
La trama es exigua, pero no importa, porque es una película que indaga en la vida de los protagonistas.
La escena de la caza de los caballos salvajes, muy bien rodada, es también insoportable para toda persona que ame a los animales. Lo expresa, de manera admirable, el rostro de Marilyn.