Ayer pude verla en el Festival de cine de Albacete (ABYCINE) y siento no haber podido quedarme al coloquio con el director ya que, seguramente, me hubiera iluminado y corregido en mis apreciaciones iniciales, y esta crítica no sería igual. Pero, aún así, volcaré aquí unas impresiones a vuelo pluma y sin mucho meditar, por si a alguien resultaran útiles.

Se trata de una película culebronesca en su trama (o Shakesperiana, o tragedia griega moderna como he leído en algún sitio... si se quiere), que es en su forma donde alcanza un estado de gracia en el que algunos verán y otros terminarán ciegos (y aburridos).

Y esto porque el director utiliza un estilo, una mirada y una técnica hiper-realista, extremadamente sobria y exenta por completo de búsqueda tramposa de complicidad de parte del espectador.
Esto se materializa, tanto en la dirección actoral (interpretaciones contenidas y ultra "naturales", casi rozando la apatía en ocasiones), como en el uso de la cámara (pausado, como una mirada perdida que vaga lentamente por la escena, sin importar quien tenga el uso de la palabra, perdiéndose en un detalle o quedándose enganchada a un personaje que ni siquiera está interactuando), como en los diálogos (diría que no memorizados ni literales, más bien sugeridos... hasta el punto de llegar a interrumpirse unos a otros en alguna ocasión), o en la ausencia casi de música, el no recrearse en las reacciones emocionales de los personajes, etc, etc.

Esto hace que la historia corra el riesgo de no involucrar a muchos espectadores (como ocurrió con alguno de mis acompañantes), con la consecuencia de que una película que es esencialmente emocional pierda lo que es su razón de ser para muchos de sus destinatarios.

Es claro que, contando un drama en su más pura acepción, el acercamiento al mismo lo realiza desde un ángulo totalmente (o casi) cerebral, huyendo incluso descaradamente y (juraría) muy a propósito, de todo truco o artificio, o incluso de mostrarnos las reacciones de los afectados o las consecuencias inmediatas de los hechos, indisolubles, por lógica, a las tragedias que se suceden (no sea que se pongan en marcha las neuronas espejo sin pasar por nuestro cortex frontal).

El director nos exige, pues, que lleguemos al alma a través del intelecto, y esto no está al alcance de todo el mundo o en todo momento. Sin embargo, si se consigue, como ocurrió en mi caso, (no sé si tengo mérito o sólo tuve el día bueno), se convierte en una obra de una sensibilidad, emotividad y delicadeza más que destacable.
En tal caso, el viaje y el proceso de acompañar a los protagonistas, entenderlos o condenarlos, amarlos u odiarlos... resulta una experiencia humana tremendamente disfrutable.

Como carencia, si se puede decir así, diría que también es cierto que, al menos a mí, y precisamente por ser, a pesar de sus formas, una obra casi exclusivamente emocional (pese a su acercamiento objetivo y frío), no me dejó ningún tipo de inquietud o poso, ni necesidad de comentarla, sugestión para el debate o planteamiento alguno que pueda aplicar a mi vida personal o, simplemente, utilizar como pasatiempo intelectual (como sí me pasa, por ejemplo, con Von Trier en sus acercamientos cerebrales al alma humana, que él sí adereza con cuestionamientos morales o intelectuales que dejan con ganas de hablar y pensar). Es ésta, sin embargo, una historia y punto, se disfruta o no se disfruta y a otra cosa (a no ser que encuentres alguna referencia que te toque directamente a tu vida personal... que no es mi caso).

En definitiva, no busquen la "magia del cine", porque aquí lo que encontrarán es verdad desnuda y seca (pero si la encuentran... verán que, por su ausencia, brilla con una luz especial).

PD: no se entiendan mis impresiones sobre las actuaciones como una crítica. En su aparente frialdad y contención, los actores y actrices (todos, prácticamente) están fantásticos y logran encontrar los resquicios y las grietas para colarse en el corazón (incluso para odiar a alguno con toda tu alma).