Tiene la película, a mi modo de ver, muy buena presencia, buenas fotos, buenos diálogos, buenos gestos (alguno un poco forzado), y una naturalidad que no permite que se oculte ningún pecado de una sociedad dividida claramente entre trabajadores y vagos.

Entre "pringaos" y vividores se reparten: el trabajo, los buenos sentimientos, el cuidado de los mayores, el respeto por lo femenino por un lado, y por otro, el whisky, la golfería y en general las pasiones. Es pues en su fondo ciertamente tendenciosa. El misterio y el drama que hacen que la película se acerque al cine negro reside en saber de que lado se inlinará la balanza en el caso del personaje que interpreta Barbara Stanwyck.

Sería sencillo decir que la película destila un machismo insuperable. Un machismo femenino que ahora es poco menos que doloroso. El mundo entoces era así, pero Lang toma partido a mi modo de ver por el equipo equivocado.

La independiente protagonista que viene de vuelta de una relación con un político busca un hombre que la de seguridad y que sea capaz de tirar abajo las puertas por ella. Aprecia el valor de la fuerza y de la natural convicción de posesión del hombre sobre la mujer, pero se casa con un hombre bonachón del que solo recibe confort.
Las dos mujeres de la película solo parecen amar a sus hombre cuando éstos las someten a su voluntad, la elección definitiva y eterna del matrimonio para siempre. Incluso el final.....es una nueva vuelta de tuerca.

Al principio he pensado que en aquella época la forma de entender la vida podía dejar, incluso, en buen lugar a la película, ("si se quieren", dice Marilyn), pero creo que no lo justifica suficiéntemente y que incluso pudiera ser una reacción ante los cambios que ya se intuyen. Las pasiones son de los animales. Un nueve por la forma y un tres por el fondo. Las pasiones son humanas y Fritz Lang es capaz de hacerme creer todo para que no sufra Paul Douglas.