Definamos París: La ciudad de la luz, la ciudad del amor, no sé, cuántas definiciones hemos oído... LA CIUDAD SIN LÍMITES. De todas, esta es la que más me gusta. En París todo es posible, incluso seguirle la bola a tu padre enfermo de alzheimer cuando te cuenta una trama increíble de conspiración, y hacerlo por amor, que es el mejor motivo para hacer las cosas. Lo que se convierte en el primer gran acierto del guión, un buen título.

Pues eso, un gran guión. Si tienes un buen guión, ya tienes casi todo. Si además te abrigas con unos buenos actores y sabes sacar lo mejor de cada uno de ellos... pues te salen películas como esta. Hermosas, poéticas, intensas... un lujo para el sufrido espectador.

Alabar la interpretación de Fernán-Gómez nunca está de más, pero no se puede decir nada nuevo, está fantástico, pues sí, y cuándo no. Así que me voy a dedicar a alabar a Sbaraglia, ese chico que esta ahora para mí no era más que un argentino bien plantao con nombre de helado, y de repente me ha emocionado como hacía tiempo que no me pasaba. Quiero alabar así mismo su acento porteño arrastrao y disimulao, tan adecuado para el momento, ya que interpreta a un español que lleva la torta de tiempo viviendo en Argentina, en cuya circunstancia algo de acento siempre se pega.
Pero mi mayor felicitación es para Ana Fernández, que con un papelito aparentemente tonto se luce que da gusto verla.
Y mi colleja, para el de siempre: Alex Casanovas. No me dice nada a mí este hombre.

Que París retrata bien... pues tampoco es nada nuevo, pero contribuye al resultado final de haber visto una película bonita, en sentido literal y en otros sentidos. Sobre todo por la ausencia de sensiblería tan dada cuando se cuentan historias así, de pobres ancianitos enfermos.