El té es un bebercio que ni me gusta ni me sabe a nada, así que me puse a ver la peli con la sana intención de aguantar lo justo hasta que me entrase sueño, y soy de sueño fácil. Pues nada, que me tragué con alegría y sin rechistar nada menos que dos horitas y media de pamplinas sin casi hilo argumental, y hasta me supo a poco, como el té.

Como soy incapaz de definir la película, sólo diré que en ocasiones me recordó a “Amanece, que no es poco”, pero con estética japo, es decir, cadenciosa y preciosista.

Se le pueden poner muchas pegas: cierta estupidez en algunos gags (por definirlos de alguna manera), efectos especiales más cutres que los juguetes del kínder sorpresa, un metraje tan largo que da susto, y alguna cosa más, pero hay cierta secuencia hacia el final que le resta importancia a todo esto. Debe ser hacia el minuto 130… pero ahí está, un primor.

Si hacer cine implica fascinar mediante la imagen, esto es CINE, y, además, de lo más fresco, sugerente e imaginativo.