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España España · MADRID
Voto de VALDEMAR:
4
Drama Polonia, 1960. Anna (Agata Trzebuchowska), una novicia huérfana que está a punto de hacerse monja, descubre que tiene un pariente vivo: una hermana de su madre que no quiso hacerse cargo de ella de niña. La madre superiora obliga a Anna a visitarla antes de tomar los hábitos. La tía, una juez desencantada y alcohólica, cuenta a su sobrina que su verdadero nombre es Ida Lebenstein, que es judía y que el trágico destino de su familia se ... [+]
10 de diciembre de 2014
74 de 118 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si me pongo en el lugar de los críticos profesionales, les entiendo. Claro. Los pobres están fritos de que les manden a ver spidermans, torrentes, crepúsculos y mierdas de esas que no les interesan. Normal. Y el día que les dicen que tienen que hacer una reseña de una peli tristona y polaca rodada en un bonito blanco y negro se erectan, sólo de pensarlo, y en tal estado, con la sangre lejos de la cabeza, pues ven la peli y la disfrutan y escriben su correspondiente reseña. Y tan felices.

Yo les entiendo, pero que me entiendan ellos a mí. Esto es un rollo no muy coherente, bien contado, eso sí, y además, para mi gusto, personal e intransferible, y pese a la bonita ambientación, Ida es una película de estética fea. Poco estética.

El director del asunto encuentra muy interesante encuadrar mal.
Lo que hace este señor es ocupar un cuarto del fotograma con el objeto a retratar, y los correspondientes tres cuartos los deja rellenos de aire, ya sea cielo, árboles, techos o cualquier otra cosa que importe un pijo. Es como un desfile de personas decapitadas, o descuerpadas, mejor dicho, que las cabezas sí que se ven. Incluso llega a retratar, este buen hombre, a las actrices sólo de pómulos para arriba, y el resto vacío. COSA MÁS FEA.
Si estando de vacaciones alguien te saca una foto así, se la haces repetir, fijo. Boyero también.
Pero si un director polaco hace una peli tristona en blanco y negro así, la peña se erecta.

Debe ser que la belleza cultureta no es como la belleza normal. Porque la percepción de la belleza es subjetiva. ¡Qué pereza!
VALDEMAR
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