Para mí, una buena peli de terror es el mejor entretenimiento del mundo. El problema es que encontrar una buena peli de terror es como dar con un político honrado, que los hay, ¿pero dónde?

¿Y qué tiene que tener una peli de terror para ser buena? Eso va en gustos, depende de cada cual: Brujas, demonios, exorcismos, muñecos horripilantes, aparecidos, cajas de música, payasitos, niñas descalzas en camisón, sótanos siniestros, casas encantadas, voces del más allá, puertas que se cierran solas, sombras tenebrosas… Esta peli tiene de todo, incluyendo notas de humor tontorrón y un momento flower power de lo más insólito. Es como montarte en una montaña rusa que no deja de subir y de girar a toda velocidad mientras tú gritas de miedo y de gusto.
Y si el gore te da repelús, no te preocupes. Eso es lo único que no tiene.

Alguno dirá que el argumento es una sandez que no hay quien se lo crea. Pues claro, coño. Si es que no te lo tienes que creer, tan sólo dejarte llevar.

Lo que hace que la peli destaque es el oficio de James Wan, un señor que, tras varios intentos, ha aprendido muy bien dónde colocar la cámara y el sonido y, sobre todo, cuánto tiempo hay que calentar un susto para que funcione. Wan prefiere la artesanía clásica del género (maquillaje, sombras, marionetas…) a los manidos efectos digitales, aunque también utiliza alguno, pero sin dar la matraca. Además, se rodea de un par de buenas actrices; que no es lo mismo estar mirando a un actor inepto haciendo muecas, que contemplar el terror en los ojos de Vera Farmiga.

Para los amantes del género, esto no es una chuchería más. Es repostería de la fina.
Para los espectadores ocasionales, esta es una peli con la que se van a cagar de miedo.
Para los repipis… qué sé yo. Que se pongan una del Nolan.

James, por fin lo has conseguido. You are the Wan.