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España España · Barcelona
Voto de Quim Casals:
7
Drama Al hombre le basta poco para alegrarse y todavía menos para entristecerse. Isa y Bahar son dos personas solitarias e introvertidas que persiguen una felicidad que al final no les pertenece. La historia se desarrolla durante tres estaciones (un caluroso verano, un otoño lluvioso y un invierno de nieves) que simbolizan los cambios en la relación de la pareja. (FILMAFFINITY)
10 de diciembre de 2012
11 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
No por casualidad se inicia esta película sobre la crisis de una pareja que decide tomarse un tiempo para la reflexión, con una visita turística de los protagonistas a unas ruinas. Tanto en esta secuencia como en la siguiente en una playa, es la puesta en escena la que revela el distanciamiento afectivo entre ambos —encarnados por el propio cineasta y su esposa en la vida real, Ebru Ceylan—, con originales juegos de distancias al mostrar primeros planos de uno mientras el otro permanece al fondo como una pequeña figura desenfocada.

De esta manera, Nuri Bilge Ceylan, que ya había demostrado en "Lejano" su indudable calidad estética —él mismo se ocupaba de la fotografía— profundiza más y mejor en soluciones esencialmente cinematográficas, basadas en la composición de la imagen, ritmos internos y montaje.

Pero si particularmente inspirado se muestra en las escenas compartidas, situadas en el primer y último tramo del film —los mejores con diferencia, o más bien se podría decir los que otorgan a la obra su significado más profundo y duradero—, mucho menos lo está en un pasaje central excesivamente alargado, que sigue exclusivamente los avatares del personaje masculino durante la separación temporal de la pareja.

Ahí la película pierde gas e intensidad (contribuye a ello su falta de expresividad como actor, al contrario que la mujer, pese a no ser actriz profesional) y el director recae en tics como la recurrencia a la larga secuencia resuelta en plano general fijo (una exasperante escena de semiviolación da fe de ello); un recurso que, por cierto, más que revelar una mirada personal, parece en todo caso ser la adscripción a lo que se ha ido convirtiendo en un signo prototípico de una cierta autoría posmoderna (y que determinada crítica quizás demasiado alegremente celebra como un retorno a la "pureza" de la imagen, sin tener en cuenta su misma artificiosidad espacial y temporal).

Son escenas estas, además, que en realidad importan bastante o muy poco: paradójicamente, cuando reencontramos a la mujer, su rostro nos transmite maravillosamente su estado de ánimo y no necesitamos para nada saber qué ha hecho o le ha sucedido exactamente en ese lapso de tiempo donde no la hemos visto. En esa última parte de reencuentro en el crudo invierno (es donde también la climatología a la que alude el título encuentra un óptimo acomodo en su simbolismo) la temperatura emocional se remueve hasta helarnos la sangre.

En definitiva, una película estructuralmente descompensada (muy probablemente la elipsis al menos en parte habría sido también la mejor opción para los momentos de soledad de él, aún a costa de rebajar el metraje), pero que, como si de una versión silenciosa de "Copia certificada" se tratara, ahonda con desgarrada tristeza en los vericuetos más amargos de la vida en pareja. El bello rostro de Ebru Ceylan —ahí sí acierta Nuri Bilge en los planos sostenidos sobre ella, atentos a los más sutiles registros y cambios de expresión, y que captan una verdad última francamente sobrecogedora— se convierte en el más emotivo emblema, o acaso improvisado espejo, de ese doloroso recorrido.
Quim Casals
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