Otra lección de cine de Achero Mañas, experto en adentrarse en conflictos familiares de difícil digestión y salir airoso del empeño. Aquí sabe dotar de feroz humanidad una historia que no deja de ser un tanto esperpéntica. Quizá ese hecho haga que algunas personas piensen que el argumento es absurdo o que no se sostiene. Sin embargo, cualquiera que haya sido padre y sepa como funcionan los niños de la edad de la protagonista, sabrá que la historia es perfectamente comprensible y verídica. Sólo alguien con nulo contacto infantil o muy poco observador puede opinar que la reacción y la fantasía de la hija del protagonista no tienen sentido. No sólo lo tienen, sino que la trama alcanza unas cotas de autenticidad que emocionan tanto como cualquiera de las grandes películas que se hayan hecho nunca sobre la temática del amor paterno-filial.

Recomendable para ver sin prejuicios y disfrutar del buen hacer de uno de nuestros mejores, aunque poco prolíficos, directores, amén de una valiente y lograda interpretación del siempre eficiente Juan Diego Botto.

En los Goya la ningunearon incomprensiblemente.